En los talleres de la FUGA estudiantes extranjeros han tenido la oportunidad de potenciar sus habilidades artísticas, conocer más acerca de la cultura colombiana y entablar nuevas amistades.
La estadounidense Corrie Jones oyó hablar de Colombia por primera vez cuando estaba estudiando su pregrado en educación en Hartford, Connecticut, y su roommate colombiana la convenció de visitar el país. Corrie vino a Colombia en unas vacaciones hace ocho años y supo que volvería.
Algo parecido le ocurrió al venezolano Samuel Rojas quien, luego de participar del Festival de Cine de Cartagena hace cinco años, decidió trasladarse a Bogotá, en donde conoció a su actual compañera sentimental.
Ambos no sólo tienen en común el ser extranjeros en Colombia, sino haber encontrado un espacio para explorar la cultura del país y relacionarse con otros en los talleres de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño (FUGA).
Una estadounidense en la FUGA
Luego de terminar su maestría en lingüística aplicada en la Universidad de Massachusetts, Boston, Corrie aplicó para ser docente de inglés en la Universidad de los Andes en Bogotá y fue aceptada. Así que el 9 de julio de 2011 comenzó a trabajar en el centro de la capital colombiana. Después de seis meses de trabajo, Corrie quiso involucrarse más en la cultura colombiana y conocer nuevas personas. Por eso cuando una compañera le recomendó aplicar a los talleres de la FUGA, no lo dudó un segundo. Esa era la oportunidad perfecta para mejorar su español, hacer nuevas amistades e involucrarse en el medio artístico bogotano.
Corrie se inscribió a comienzos del 2012 en dos talleres: el de música étnica y el de fotografía. En el primero no sólo tocó instrumentos como tambores, flautas, guitarras y tiples, sino que, además, bailó danzas tradicionales. Simultáneamente ingresó al taller de fotografía, en donde tuvo la oportunidad de hacer un proyecto visual sobre cómo había vivido el proceso de montar en bus en Bogotá.
La experiencia fue tan exitosa que Corrie decidió ingresar al siguiente ciclo de talleres. Esta vez se inscribió a los de danza folclórica y teatro. “En el taller de danza aprendí a soltar el cuerpo y a arriesgarme hasta para bailar mapalé. Fue muy importante poder verme en el espejo del salón y ver cómo bailaban los otros. Es difícil que uno vaya a poder bailar como los colombianos pero al menos lo intenté”, explica.
En cambio en el taller de teatro Corrie tuvo problemas para entender las clases porque sentía que no tenía el vocabulario suficiente. Sin embargo, se siente afortunada porque allí construyó muy buenas amistades.
Este semestre Corrie está inscrita en el taller de salsa. “Lo disfruto mucho. El profesor es muy chistoso”, comenta. Corrie ya había bailado salsa antes pero nunca había aprendido los pasos de forma profesional. “El baile es tan importante en Colombia que ha sido muy importante para mí experimentar las clases con el fin de entender más esa expresión cultural”, explica.
Corrie considera que el paso por cinco de los talleres de la FUGA le ha permitido tener la oportunidad no sólo de conocer otras personas (algo muy importante para un extranjero que vive en Colombia) sino a tener la experiencia cultural completa. “A través de las clases he podido hablar en español en un ambiente no-académico, pero que a la vez es un ambiente de aprendizaje”, concluye.
Un venezolano en la FUGA
Samuel Rojas nació en Venezuela y a los 14 años se fue a vivir a Estados Unidos. Estudió cine experimental en el San Francisco Art Institute y luego se dedicó a viajar por Europa. Estando en el viejo continente decidió realizar un largometraje que hizo parte del Festival de Cine de Cartagena hace cinco años.
Luego de esa experiencia decidió viajar a Bogotá y comenzar una investigación en la Biblioteca Luis Ángel Arango. Un día que iba caminando por la Candelaria ingresó a la FUGA porque había un concierto: La Peña de Mujeres. La institución le llamó tanto la atención que continuó frecuentándola para investigar en la Biblioteca Especializada en Historia Política.
En una de sus visitas se percató de que la FUGA también ofrecía talleres y decidió ingresar al de danza folclórica. Él y un compañero eran los únicos hombres de la clase. “Nos trataban muy bien para que no nos fuéramos” dice en broma.
Samuel cuenta que el profesor del taller, Rafael Barrios, era muy simpático y agradable y que le enseñó a desinhibirse. “Te hace consiente de perder el miedo al ridículo. Me gustó poder incorporar el cuerpo a mi profesión”, explica.
Luego Samuel decidió volver a realizar el taller de danza y, posteriormente, se inscribió durante tres veces consecutivas al de guitarra. “El profesor, Jaime Garzón, es capaz de escuchar a los 20 que estamos ahí y decirle a cada uno si está fuera de tono. Tiene una paciencia admirable” comenta. “Había veces en que yo le preguntaba, en broma, si iba a perder el oído”.
El venezolano ha disfrutado los talleres porque le han permitido entender el trabajo de otros artistas y convertirse en un artista más integral. Además, su paso por la FUGA le ha ayudado a hacer nuevos contactos para las producciones que está preparando. Seguramente por esa y otras tantas razones es que Bogotá se ha convertido en su casa. “Nunca había estado tanto tiempo en un solo lugar”, admite.